ORACIONES INICIALES DIARIAS (Usar el material publicado en el chat)
JACULATORIA:
¡Santísimo Sacramento del Altar, Te adoramos desde el Corazón Inmaculado de María de Coromoto!
APARICIÓN DE LA RELIQUIA
Incluso después de dejar caer las armas, el indio se lanza sobre la Soberana Señora para echarla afuera, pero la celestial visión desaparece repentinamente y lóbregas tinieblas siguen a la viva luz que había iluminado el bohío, teatro de tan grandes maravillas; solamente se percibían la pálida luz del fogón que proyectaba la negra silueta del Cacique sobre la pared.
Las dos indias y el niño sintieron amarga pena por la pésima conducta del Cacique y por la desaparición de la Bella Mujer reprochándole nuevamente su torpe e inconsiderado proceder para con la soberana Señora. El Cacique, fuera de sí y mudo de terror permaneció largo rato inmóvil con los brazos extendidos y entrelazados en la misma posición en que quedaron cuando hizo el rápido ademán de agarrar a la Virgen. Tenía una mano abierta y la otra cerrada, que apretada cuanto podía pues algo tenía en ella y en su corto sentir creía que era la Bella Mujer a quien había atrapado.
La india Isabel, sin entender lo que acababa de suceder, dijo a su cuñado: - ¿Sabes lo que ha sucedido? Tembloroso el indio contestó: - Aquí la tengo cogida. Las dos mujeres, profundamente impresionadas y conmovidas añadieron: - Muéstranosla para verla. El Cacique se acercó, alargó la mano la abrió y los cuatro indígenas reconocieron ser aquella una imagen y creyeron que era la de la Bella Mujer. La diminuta imagen despide rayos luminosos que producen gran resplandor y que creen los indios que es el fuego natural que la gran Señora lanza contra ellos. Sudor frío fluye del cuerpo del indio, con el mismo enojo y rabia de antes, envuelve la milagrosa imagen en una hoja y la esconde en la paja del techo de su casa diciendo: - “Ahí te he de quemar para que me dejes”.
Incluso después de dejar caer las armas, el indio se lanza sobre la Soberana Señora para echarla afuera, pero la celestial visión desaparece repentinamente y lóbregas tinieblas siguen a la viva luz que había iluminado el bohío, teatro de tan grandes maravillas; solamente se percibían la pálida luz del fogón que proyectaba la negra silueta del Cacique sobre la pared.
Las dos indias y el niño sintieron amarga pena por la pésima conducta del Cacique y por la desaparición de la Bella Mujer reprochándole nuevamente su torpe e inconsiderado proceder para con la soberana Señora. El Cacique, fuera de sí y mudo de terror permaneció largo rato inmóvil con los brazos extendidos y entrelazados en la misma posición en que quedaron cuando hizo el rápido ademán de agarrar a la Virgen. Tenía una mano abierta y la otra cerrada, que apretada cuanto podía pues algo tenía en ella y en su corto sentir creía que era la Bella Mujer a quien había atrapado.
La india Isabel, sin entender lo que acababa de suceder, dijo a su cuñado: - ¿Sabes lo que ha sucedido? Tembloroso el indio contestó: - Aquí la tengo cogida. Las dos mujeres, profundamente impresionadas y conmovidas añadieron: - Muéstranosla para verla. El Cacique se acercó, alargó la mano la abrió y los cuatro indígenas reconocieron ser aquella una imagen y creyeron que era la de la Bella Mujer. La diminuta imagen despide rayos luminosos que producen gran resplandor y que creen los indios que es el fuego natural que la gran Señora lanza contra ellos. Sudor frío fluye del cuerpo del indio, con el mismo enojo y rabia de antes, envuelve la milagrosa imagen en una hoja y la esconde en la paja del techo de su casa diciendo: - “Ahí te he de quemar para que me dejes”.
MEDITACIÓN
El cacique quiso sacar a la Virgen de su casa, de su vida. Todavía él no era capaz de reconocer en ella a su Madre Celestial. Hay muchos cristianos que no reconocen esta maternidad de María, no se identifican como hijos suyos. A veces, por interpretaciones equívocas de la Palabra de Dios o por desconocer que el culto a la Santísima Virgen es tan antiguo como el cristianismo mismo. Pero hay un caso mucho más sutil que se da entre los cristianos católicos. Muchos admiten la veneración a la Virgen pero no le atribuyen una significación especial. Se identifican como cristianos católicos, pero no se consideran “marianos”, en el sentido de que piensan que el culto a la Virgen (hiperdulía) es una devoción como tantas otras. Son personas que viven sin mucho interés los días dedicados a la Virgen y no tienen especial atención al rezo del rosario. Algunos de ellos quizás celebran con fervor la fiesta patronal mariana de su parroquia o su pueblo, pero el resto del año no lo toman en cuenta. Es por eso que San Pablo VI, Papa, publicaba en el año 1974 la encíclica Marialis Cultus en la que afirmaba que el culto mariano constituye un deber primario del pueblo de Dios. Más aún, destacaba también que “todo desarrollo auténtico del culto cristiano redunda necesariamente en un correcto incremento de la veneración a la Madre del Señor”. Por lo tanto, mientras más adoramos a Cristo más crece nuestra veneración a María, lo cual, a la inversa, redunda en una mayor adhesión a Cristo.
Ciertamente, esto es un misterio y debemos pedir al Espíritu Santo que nos ayuda a comprenderlo. La Palabra de Dios dice que Isabel estaba llena del Espíritu Santo cuando dijo: “¿quién soy yo para que venga a mí la Madre de mi Señor?” (Lc 1,43). Por eso mientras más santos somos, mientras más actúa la gracia en nuestro interior, somos al mismo tiempo más profundamente devotos de María. El culto a María presupone y enaltece el culto a Nuestro Señor Jesucristo. Pero hay algo aún más interesante. La Virgen nos regaló una imagen, tan pequeña que cabía en la mano del indio, pero tan sagrada que despedía rayos luminosos. Esto es un hecho excepcional. Hay muchas imágenes de la Virgen que han dado lugar a Mariofanías, algunas particularmente bellas, pero todas han sido hechas por el hombre. Pero la Virgen quiso obsequiar a nuestro pueblo estas reliquias que no fueron hechas por mano humana. En tiempos de la colonia, tenemos la sagrada imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, emperatriz de América, y la sagrada imagen de Nuestra Señora de Coromoto, patrona de Venezuela. Ambas comparten el mismo origen sobrenatural y no están exentas de profundos y hermosos misterios. Estas cosas Dios las permite para acrecentar nuestra fe, Dios utiliza los signos sagrados para que creamos (cf. Jn 2,11). Las imágenes son signos que nos trasladan a las verdades espirituales. Son como vehículos, no nos quedamos en ellas sino que a través de ellas tenemos una aproximación a lo sagrado. El mismo Jesucristo, al ver que la gente pedía un signo, se señaló a sí mismo como el gran signo (Mt 12, 39-40). Él, muerto y resucitado, sería la imagen visible del Dios invisible (Col 1,15). Es por eso que las imágenes encierran también una teología profunda, ya Dios no es el invisible, inaccesible. Él se hizo visible en Jesucristo. La veneración de las imágenes se desprende, por lo tanto, del misterio de la encarnación.
Pero hay algo más que añadir. Jesucristo, el Señor, se quedó en medio de nosotros en su presencia viva y sacramental. Por eso se proclamó a sí mismo como el pan de vida eterna (Jn 6) y no mintió cuando dijo a sus apóstoles “esto es mi cuerpo” (Lc 22,19). Es por eso que la justa y piadosa veneración a las imágenes, incluso la Sagrada Reliquia de la Virgen de Coromoto, no puede sino movernos a adorar la presencia sacramental, real y gloriosa de Jesucristo en la hostia consagrada. De nuevo, vemos que la veneración a la Virgen nos prepara para la adoración a Jesucristo pues, si abundantes son los misterios que esconde nuestra sagrada reliquia, en proporción, es infinitamente superior el misterio de amor y salvación que hay en una sola hostia consagrada. Los consagrados al Corazón Inmaculado de María, son por lo tanto visitadores frecuentes del sagrario y adoradores constantes del Santísimo Sacramento.
El cacique quiso sacar a la Virgen de su casa, de su vida. Todavía él no era capaz de reconocer en ella a su Madre Celestial. Hay muchos cristianos que no reconocen esta maternidad de María, no se identifican como hijos suyos. A veces, por interpretaciones equívocas de la Palabra de Dios o por desconocer que el culto a la Santísima Virgen es tan antiguo como el cristianismo mismo. Pero hay un caso mucho más sutil que se da entre los cristianos católicos. Muchos admiten la veneración a la Virgen pero no le atribuyen una significación especial. Se identifican como cristianos católicos, pero no se consideran “marianos”, en el sentido de que piensan que el culto a la Virgen (hiperdulía) es una devoción como tantas otras. Son personas que viven sin mucho interés los días dedicados a la Virgen y no tienen especial atención al rezo del rosario. Algunos de ellos quizás celebran con fervor la fiesta patronal mariana de su parroquia o su pueblo, pero el resto del año no lo toman en cuenta. Es por eso que San Pablo VI, Papa, publicaba en el año 1974 la encíclica Marialis Cultus en la que afirmaba que el culto mariano constituye un deber primario del pueblo de Dios. Más aún, destacaba también que “todo desarrollo auténtico del culto cristiano redunda necesariamente en un correcto incremento de la veneración a la Madre del Señor”. Por lo tanto, mientras más adoramos a Cristo más crece nuestra veneración a María, lo cual, a la inversa, redunda en una mayor adhesión a Cristo.
Ciertamente, esto es un misterio y debemos pedir al Espíritu Santo que nos ayuda a comprenderlo. La Palabra de Dios dice que Isabel estaba llena del Espíritu Santo cuando dijo: “¿quién soy yo para que venga a mí la Madre de mi Señor?” (Lc 1,43). Por eso mientras más santos somos, mientras más actúa la gracia en nuestro interior, somos al mismo tiempo más profundamente devotos de María. El culto a María presupone y enaltece el culto a Nuestro Señor Jesucristo. Pero hay algo aún más interesante. La Virgen nos regaló una imagen, tan pequeña que cabía en la mano del indio, pero tan sagrada que despedía rayos luminosos. Esto es un hecho excepcional. Hay muchas imágenes de la Virgen que han dado lugar a Mariofanías, algunas particularmente bellas, pero todas han sido hechas por el hombre. Pero la Virgen quiso obsequiar a nuestro pueblo estas reliquias que no fueron hechas por mano humana. En tiempos de la colonia, tenemos la sagrada imagen de Nuestra Señora de Guadalupe, emperatriz de América, y la sagrada imagen de Nuestra Señora de Coromoto, patrona de Venezuela. Ambas comparten el mismo origen sobrenatural y no están exentas de profundos y hermosos misterios. Estas cosas Dios las permite para acrecentar nuestra fe, Dios utiliza los signos sagrados para que creamos (cf. Jn 2,11). Las imágenes son signos que nos trasladan a las verdades espirituales. Son como vehículos, no nos quedamos en ellas sino que a través de ellas tenemos una aproximación a lo sagrado. El mismo Jesucristo, al ver que la gente pedía un signo, se señaló a sí mismo como el gran signo (Mt 12, 39-40). Él, muerto y resucitado, sería la imagen visible del Dios invisible (Col 1,15). Es por eso que las imágenes encierran también una teología profunda, ya Dios no es el invisible, inaccesible. Él se hizo visible en Jesucristo. La veneración de las imágenes se desprende, por lo tanto, del misterio de la encarnación.
Pero hay algo más que añadir. Jesucristo, el Señor, se quedó en medio de nosotros en su presencia viva y sacramental. Por eso se proclamó a sí mismo como el pan de vida eterna (Jn 6) y no mintió cuando dijo a sus apóstoles “esto es mi cuerpo” (Lc 22,19). Es por eso que la justa y piadosa veneración a las imágenes, incluso la Sagrada Reliquia de la Virgen de Coromoto, no puede sino movernos a adorar la presencia sacramental, real y gloriosa de Jesucristo en la hostia consagrada. De nuevo, vemos que la veneración a la Virgen nos prepara para la adoración a Jesucristo pues, si abundantes son los misterios que esconde nuestra sagrada reliquia, en proporción, es infinitamente superior el misterio de amor y salvación que hay en una sola hostia consagrada. Los consagrados al Corazón Inmaculado de María, son por lo tanto visitadores frecuentes del sagrario y adoradores constantes del Santísimo Sacramento.
PARA REFLEXIONAR
¿Mi fe necesita de signos, de señales milagrosas, o ya he comprendido que el milagro que busco no es otro que el de la muerte y resurrección de Cristo? ¿Soy devoto de la Virgen, o pienso que es una devoción particular de algunas personas, que no necesariamente debo vivir? ¿Cuido con respeto y decoro las imágenes sagradas? ¿Soy de esas personas que rezan ante la imagen de la Virgen pero nunca se arrodilla a adorar a Jesús sacramentado? ¿He comprendido que la imagen de la Virgen de Coromoto y la Virgen de Guadalupe son milagros grandes, pero infinitamente más grande es el milagro que ocurre en cada eucaristía?
¿Mi fe necesita de signos, de señales milagrosas, o ya he comprendido que el milagro que busco no es otro que el de la muerte y resurrección de Cristo? ¿Soy devoto de la Virgen, o pienso que es una devoción particular de algunas personas, que no necesariamente debo vivir? ¿Cuido con respeto y decoro las imágenes sagradas? ¿Soy de esas personas que rezan ante la imagen de la Virgen pero nunca se arrodilla a adorar a Jesús sacramentado? ¿He comprendido que la imagen de la Virgen de Coromoto y la Virgen de Guadalupe son milagros grandes, pero infinitamente más grande es el milagro que ocurre en cada eucaristía?
ORACIÓN
Virgen Fiel, yo le doy gracias a Dios por permitir que en muchos momentos de la historia nos hayas visitado para animarnos en la fe. Gracias, porque, habiendo sido asunta al Cielo en cuerpo y alma, no te alejaste de nosotros, sino que velas por tus hijos y estás continuamente favoreciéndonos. Nada te obliga a ello, excepto el inmenso amor que nos tienes. Gracias por ese regalo que has dado a tu pueblo venezolano, y a toda la Iglesia, en la Sagrada Reliquia de Coromoto. Yo también, Madre, quiero vivir como imagen y semejanza de mi Dios, que quien se encuentre conmigo no me vea a mí, sino a Cristo, a quien con tu ayuda, he de adorar y glorificar por siempre. Amén.
Virgen Fiel, yo le doy gracias a Dios por permitir que en muchos momentos de la historia nos hayas visitado para animarnos en la fe. Gracias, porque, habiendo sido asunta al Cielo en cuerpo y alma, no te alejaste de nosotros, sino que velas por tus hijos y estás continuamente favoreciéndonos. Nada te obliga a ello, excepto el inmenso amor que nos tienes. Gracias por ese regalo que has dado a tu pueblo venezolano, y a toda la Iglesia, en la Sagrada Reliquia de Coromoto. Yo también, Madre, quiero vivir como imagen y semejanza de mi Dios, que quien se encuentre conmigo no me vea a mí, sino a Cristo, a quien con tu ayuda, he de adorar y glorificar por siempre. Amén.
PRÁCTICAS
Rezo meditado y pausado del Santo Rosario (Puede ser en cualquier momento del día, recomendamos no dejarlo para la noche, ni a última hora)
Examen de conciencia diario, antes de dormir. (Usemos el subsidio para el examen de conciencia en el material publicado sobre los 10 mandamientos. Ayudará también para el acto penitencial y eventual confesión, días antes de la Consagración)
Leamos el salmo 108 (107): “Mi Corazón está Firme”. Tengamos un momento de lectura orante y meditativa de la Palabra.
Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela, ¡renueva la fe en toda la extensión de nuestra Patria!
Rezo meditado y pausado del Santo Rosario (Puede ser en cualquier momento del día, recomendamos no dejarlo para la noche, ni a última hora)
Examen de conciencia diario, antes de dormir. (Usemos el subsidio para el examen de conciencia en el material publicado sobre los 10 mandamientos. Ayudará también para el acto penitencial y eventual confesión, días antes de la Consagración)
Leamos el salmo 108 (107): “Mi Corazón está Firme”. Tengamos un momento de lectura orante y meditativa de la Palabra.
Virgen de Coromoto, Patrona de Venezuela, ¡renueva la fe en toda la extensión de nuestra Patria!
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